Pasión por las fuentes
A Miguel Angel le gustan las fuentes. Desde muy pequeño los chorros y caídas de agua le llamaron la atención.
Cuando con su madre , Citlali, y su tía Cinthia, acudíamos a un cafecillo que está frente a la plaza Luis Cabrera (Orizaba y Guanajuato), no quería dejar de ver la fuente.
La cascada de Plaza Coyoacán lo entretuvo un buen rato.
Cierto día, circulando por Reforma vio la fuente de la Diana, y por poco me hace bajar del taxi para verla, sólo que llevaba prisa, y no se puede cruzar hacia la fuente ni hay manera de mirarla más que desde los camellones. Además está bastante elevada, no como cuando los Caifanes la llenaron de jabón.
En un reciente recorrido por la Alameda, nos hizo detener en cada fuente que le salía al paso, y no son pocas. En la de Bellas Artes iba ya muy decidido a meterse, pues había un cuervo que refrescaba sus alas en el centro (A Miguel le fascinan los animales. Desde hormigas a elefantes, rinocerontes y caballos. Ya les contaré en otra entrada).
En la fuente de Bellas Artes trepó y caminó por todo el borde, hasta que una policía nos instó a dejar de hacerlo. Nos tomamos una foto (que algún día incluiré si logro escanearla).
Cierto día caminábamos por las calle de la colonia Roma con su madre. Nos detuvimos largo rato en la plaza Luis Cabrera. Miguel no quería ir a otro lado. Le dije que lo llevaría a ver otra fuente, la de la Plaza Río de Janeiro. A regañadientes accedió, pero en el camino algo llamó su atención y ya no quería seguir.
-Ya no quiero ver otra fuente, dijo.
Su madre lo reconvino y muy enojado siguió el camino. Entre berrinche y berrinche nos acercamos a la plaza. En cuanto vio de lejos el agua, cambió de actitud y me dijo:
-Abuelo, sí quiero ver la fuente.
Entramos a la plaza, observó al David y le gritó.
-¿Y tú, qué haces ahí, bañándote?
Luego se dedicó a correr alrededor. Citlali, como corresponde a una madre, le advirtió que se podía resbalar y caer. Miguel, como corresponde a un niño, siguió corriendo hasta que...
resbaló y cayó.
¿Y tú, qué haces ahí, bañandote?
Lágrimas, un rato de chipilez, y todo volvió a la calma.
En plan de abuelo orientador, le pregunté
-¿Sabes como se llama esa estatua? Se llama David.
Su madre añadió:
-Y la hizo un señor que se llamaba Miguel Angel
El niño la vio con cara de Ah.. ¿Te cae?. Parece que no dio mucho crédito a la información.
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