Miguel en la cantina
Cuando Miguel tenía un año, fuimos a parar a Sixties.
La historia la publiqué en una Crónica al vuelo, en el Sol de México.
Entonces, él se veía más o menos así:
La historia es la que sigue
De vagos
Carlos Alberto Patiño
Andábamos de vagos. Salimos por la mañana. Miguel quería ir al parque, así que nos dimos una vuelta por el México, en la Condesa.
Luego fuimos por un helado y un café. Aproveché para que conociera uno de mis cafetines favoritos, el de los Enanos del Tapanco, en la Roma.
Después caminamos a la plaza Luis Cabrera, donde estuvimos viendo la fuente y tomando el sol.
De nuevo emprendimos la marcha. Andábamos de vagos, pues, y no era cuestión de quedarse mucho tiempo en un sólo sitio.
Mironeamos por las calles. Le mostré algunos detalles de la arquitectura nouveau del rumbo, que, sin entender mucho, observó con atención.
Llegamos a Insurgentes. Hacía calor y ya habíamos caminado bastante. Mmmh... Una cervecita... Miguel no dijo que sí ni que no, de manera que en cuanto pasamos frente a un conocido bar de la calle de Sonora, lo metí.
Nunca lo hubiera hecho. Ni siquiera terminábamos de ocupar la mesa, cuando las chicas que atienden se fueron acercando.
Tengo años de frecuentar el lugar, y nunca me habían recibido como recibieron a Miguel. Todas querían ser presentadas y a poco, buscaban que las abrazara.
Tomé rápidamente mi cerveza, esperé a que él terminara su bebida, pagué y regresé a la casa de Miguel.
La siguiente vez que fui a comer al antro, recibí una seria amenaza. Si no trae a Miguel, ya no lo vamos a atender, me dijo una de las niñas.
Me quedé por un buen rato sin degustar las botanas de ese bar. Todavía no he podido conseguir que mi hija me vuelva a prestar a mi nieto para irnos de vagos...
¡Caray!, con el pegue que tiene ese bebé con las chicas.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home