2008/11/28

Tepotzotlán y Zacango

Realizamos dos paseos de fin de semana. Fuimos a Tepotzotlán y al zoológico de Zacango.
Cuando lo oyó, creyó que iríamos a la montaña, a Tepoztlán, a donde fue con su tía Cinthia. ¿Vamos a escalar?, preguntó.
Le expliqué la diferencia que hace la "o", y le dije que iríamos a un museo.
De Zacango, de inmediato le llamó la atención que era un zoológico. Claro, con lo animalero que es.
Salimos para Tepotzotlán después del programa de radio del INHERM, donde Bertha debería asistir.
Para Zacango, salimos después del nuevo programa de Bertha (sábados de 10:00 a 11:00, en el 660 de AM).
A Tepotzotlán llegamos muy rápido. Casi no había tráfico. Lo latoso fue la entrada al pueblo. Les dije, en son de broma, que era increíble que hubiera tantos interesados en la época virreinal. Me tuve que tragar mis palabras cuando llegamos a la entrada del convento jesuita. Había una fila bastante larga para entrar. De veras que por extraño que parezca, hay suficientes personas a las que les llama la atención la época colonial. Quién lo diría.
Lo de Zacango fue más complicado. Es cierto, ahí no había fila para entrar, lo cual contraviene mis percepciones sobre los intereses populares. En mi experiencia, los museos tienen menos rating que los zoológicos, pero ahí están los hechos.
Quizá tenga que ver lo accesible. Excepto por el tráfico a la entrada a Tepotzotlán, el acceso es sencillo. No así para llegar a Zacango. Se requiere paciencia, conocimientos geográficos más profundos y gran sentido de orientación.
Es cierto, salvo un mexiquense más desorientado que nosotros, todos a quienes pedimos información nos enviaron en la dirección correcta..., pero todos nos decían que siguiéramos los señalamientos, de los cuales sólo vimos dos, ya para llegar al zoológico.
Después de una siesta y ya un tanto aburrido, Miguel me urgía a llegar al museo. Como el campanario del convento se ve desde la entrada, le parecía que ya tendríamos que arribar.
Para Zacango fue peor. Hacía siestas, despertaba... Y nada, no llegábamos.
Ya en Tepotzotlán, al chamaco le llamaron poco la atención las primeras salas, pero cuando llegamos al descubrimiento de América, de inmediato reconoció las carabelas y me pidió que le tomara una foto.

Aquí está:



En la siguiente sala, había armaduras de los conquistadores y algunas piezas del armamento de la época: lanzas, arcabuces, dagas, cañones y espadas. Éstas fueron las que más atrajeron su atención.
Véanlo aquí con las armaduras:



Cuando por fin llegamos a Zacango, lo primero que buscamos fue un baño. En el camino al sanitario había un puesto de gorras. Parada inevitable. Bertha le compró una de cocodrilo. Mírenlos juntos y vean la gorra:





Para llegar al baño, había que cruzar un puente. Ahí un grupo de gandules tenía un par de lagartijas. Lagartijas dragón, le dijeron a Miguel que eran. Por supuesto que le encantaron. Hasta las acarició, pese a mis advertencias. A mí una vez me mordió una, y desconfío de esos bichos.
En Tepotzotán tres cosas le llamaron la atención:
La fuente del huerto (recuerden que desde bebé le fascinan), la exposición de las monjas coronadas y ¡el pozo!
En el recorrido por Zacango, lo primero que vimos fueron los macacos. Cuando Miguel se pone muy inquieto o echa mucho relajo para comer, Bertha le dice que no es un velocirraptor, su personalidad favorita, sino un macaco. Los vio y entendió por qué.
Luego vimos a un par de tigres siberianos. El éxito fue el elefante. Un letrero advierte que el elefante arroja objetos al público. En realidad no es así. lo que hace es lanzarse tierra para limpiarse. Se la echa el la piel, en la panza y en sus partes íntimas. lo constatamos porque nos dio un gran espectáculo. Nos mostró su trasero e hizo sus necesidades completas. Luego comenzó a echarse tierra.
Este es el elefante impúdico, aunque no en su momento estelar:




La fuente del huerto es simple, pero, claro hay que arrojarle monedas. Y ya se imaginaran que me costó varias. El huerto es grande. Hay ahí una estatua de un megaperro, aunque sin ningún dato que nos diga qué hace ahí, de qué época, nada. Ése es uno de los defectos del mueso de arte virreinal. Falta información de muchas piezas y pinturas.
Este es el perrísimo:



Por cierto que ahí está la fuente del Salto del Agua. La original, que estaba en Arcos de Belén. Yo la recordaba en su lugar, bastante menos deteriorada de lo que se ve. No sé, me paree que en el traslado la dañaron

En Zacango vimos también un tigre haragán, que sólo dormía, un león que rugía y arañaba la puerta para irse a dormir. Unos hipopótamos dormilones... en fin la fauna de un zoológico en donde es notorio que los animales están bien cuidados.

Las monjas coronadas nos llamaron la atención especialmente. A mí porque a él le interesó bastante y a él no sé porqué.
Vimos los cuadros, la representación de un funeral y un video de una profesión. El video es corto, pero me hizo verlo tres veces. Describe cómo a una chica que va a profesar, que llega vestida lujosamente, le quitan las joyas, la ropa y le cortan el pelo. Luego, ya con el hábito, le ponen una corona de flores.
Fue a buscar a Bertha que se había rezagado viendo cuadros y tomando notas (la historiadora en acción). La trajo aver el video y le mostró a la monja en su funeral, y le dijo que también estaba coronada.
Cuando pasamos de nuevo ante los cuadros, le expliqué un poco de la semiótica. Le dije, mira, las monjas que tienen los ojos abiertos estaban vivas cuando las pintaron. Acababan de tomar los hábitos. Y las otras, tienen los ojos cerrados, quiere decir que ya estaban muertas en el momento que hicieron el cuadro.

Así:






Sólo comentó que en una de las paredes todas estaban vivas y en la otra, puras muertas.

Y llegamos al pozo. Está frente a la botica, y al parecer era el jardín para los monjes enfermos. Un genio de valor incalculable hizo poner una reja en la boca de los pozos, pues en realidad son dos, pero uno está completamente cegado.
Miguel, claro, fue al que tenía sólo la reja. Gritó, vio su reflejo y les explicó a todos cuantos se acercaban que ahí había eco. Gritaba eco, eeecooo, ecooo, y el pozo le respondía.

Postscriptum.

Circulábamos por el Periférico, rumbo al sur. Vio un letrero que decía "San Jerónimo". Me dijo, mira igual que el cuadro del museo. Me quedé pensando. Claro, San Jerónimo estaba pintado junto a una pantera, como las de Zacango.
Resulta que a San Jerónimo se le representa con un felino. Aquí hay una historia sobre ese santo varón, autor de la Vulgata. Y aquí hay otra.

2008/11/05

Instantáneas VIII. Venus y Luna

Mira abuelo, dijo Miguel cuando transitábamos rumbo a su casa. La luna tiene una estrella.

Es Venus, le dije.

Permaneció un rato callado. Luego comentó: No, abuelo, no puede ser Venus, porque Venus es un planeta, y yo estoy viendo una estrella. Tiene luz de estrella y forma de estrella.

Así es, pero es Venus. Los planetas, le expliqué, reflejan la luz del Sol y por eso se ven como estrellas. Otro día te enseño Marte, que se ve rojo.

Un rato de silencio. Recostado en el asiento del Matiz seguía viendo el cielo.

De pronto dijo: Sí, abuelo, puede ser Venus.

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